viernes, 12 de agosto de 2011

El Hombre



Q:.H:.Dania Rodriguez

El Martinismo tiene una concepción del hombre regido por el ternario. La estructura de su ser es triple: espíritu, alma y cuerpo, de ahí su posición de equilibrio y mediadora entre el pasado y el futuro y entre lo superior y lo inferior. Su historia espiritual está acompasada por tres momentos: el origen divino olvidado quizás, pero siempre presente, La Caída y el retorno, y el fin que no comprende pero que presiente, llamado Reintegración. Su vida, entonces, tiene un sentido que debe descifrar y para ello, es necesario conocerse a sí mismo.

Para Louis-Claude de Saint Martin, el hombre no se encuentra en su lugar aquí abajo, “la vida es una posada en la que solamente se detiene a pasar la noche”. Su situación existencial en este mundo lo hace un extranjero, un exiliado. Su principio espiritual, su centro interno, su alma viene de otra parte.

Esta situación se refleja internamente por varios sentimientos que se colisionan: la insatisfacción, la nostalgia, la separación y la pérdida. El primero manifiesta un deseo insatisfecho de perfección, el segundo la melancolía del exiliado, el tercero el dolor de la ruptura, del desgarramiento que es origen de muchos conflictos, y el último que los engloba a todos evoca la salida del Jardín del Edén y la herida incurable que resulta de ello. El hombre caído perdió su condición su condición original, esta condición adámica que perseguirá en todas sus búsquedas. La caída tuvo tres consecuencias: la encarnación en el cuerpo físico mortal, la división de los sexos y la consciencia de sí mismo.

El hombre después de la Caída es un hombre amnésico, el espíritu está aletargado, ignorante, herido y dividido. Y todas las tradiciones, después, se han esforzado en permitir al hombre caído reencontrar su esplendor original exhortándolo a combatir sus debilidades: el olvido por su reminiscencia, el aletargo de la existencia por el despertamiento de la consciencia, la ignorancia por el conocimiento, la gnosis, la herida por la curación espiritual, la división por el regreso a la Unidad, a su centro interno.

Toda mística enseña que lo más profundo del hombre es más que humano, que en ella se esconde un vínculo misterioso con Dios y el mundo. Es en sí mismo que está la salida fuera de sí mismo, es desde dentro y no desde afuera que se rompen los obstáculos por medio de un trabajo interno” (Nicolás Berdaiev)

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